viernes, 2 de abril de 2010

Cuaderno de viaje (4) – Centro de Formación Integral Providencia en El Cerrito



La mañana del 23 de febrero, la expedición pone rumbo al corregimiento de El Placer en el municipio de El Cerrito, situado a 47 kilómetros de Cali, en dirección nordeste y adonde se llega dejando a la derecha la populosa ciudad de Palmira, en la ribera oriental del río Cauca.


A las 9 en punto de la mañana Guillermo Barney y Clemencia Gómez Barreiro, dos personas claves en la organización de Padrinos Asturianos –junto a Francisco G. Barreiro y Lucía N. de García–, nos abren las puertas del Centro Asistencial Oviedo, construido en 2004 por iniciativa del padre Pérez y hecho realidad gracias a la aportación económica del ayuntamiento de la capital de Asturias, un equipamiento que cuenta con consultorio médico y odontológico gratuito, guardería infantil, talleres-escuela de culinaria y de corte y confección, biblioteca, zona recreativa para niños y sala de reuniones.


Tras unas breves palabras introductorias de nuestro director fundador y la entrega de regalos a los niños que la institución tiene apadrinados en la zona, 49 en la actualidad, el grupo se traslada a un desdichado arrabal, que acoge a 200 familias desplazadas, la mayoría sin trabajo estable, y todos con escasísimos recursos, situado en terrenos de la empresa del sector azucarero Ingenio Manuelita, en la ladera del río Amaime, conocido como Techo Azul.


El nombre del poblado se debe a que las capotas de las chabolas más ruinosas, pues ni a techumbres ni a tejados llegan en muchos casos, son de plástico de color azulón, apenas remachado sobre débiles paredes de madera de guadua, una especie de bambú típicamente colombiano.


Quienes han corrido mejor suerte o han tenido la fortuna de ganarse honradamente unos pesos en faenas eventuales, pueden llegar a disponer de un chamizo con cubierta de uralita y muretes de ladrillo sin revocar.


En uno de estos espacios desoladores, tendido en el suelo, yace un niño escayolado desde los tobillos hasta el pecho que pone el corazón de los visitantes en un puño.


Una madre arrasada por la dolencia de su hijo, pues se trata de una osteogénesis imperfecta, popularmente llamada enfermedad de los “huesos de cristal”, clama por unos medicamentos que ella no le puede pagar.


¿No habrá bajo la capa del firmamento un laboratorio farmacéutico solidario, siquiera uno, que contribuya gratuitamente con las medicinas que este niño de seis años necesita para no quebrarse el esqueleto al menor tropiezo?


La miseria en cueros vivos que se respira en Techo Azul difiere de la vida humilde, pero muy decorosa, que se puede llevar en el Barrio Oviedo o en el Barrio El Carmen, ideados e impulsados por el padre Pérez para dar cobijo a los obreros más necesitados de Ingenio Providencia, que cuentan con viviendas de planta baja y huerto.


Quien fuera capellán y director de recursos humanos del consorcio azucarero durante 25 años lanza una pregunta a quemarropa mientras visitamos sus barriadas, impresionado todavía por lo que habían visto sus ojos un cuarto de hora antes: ¿Qué podemos hacer por toda esta gente de Techo Azul? ¿Cómo podríamos ayudarla a salir de tan inmunda pobreza?


Una leve sonrisa de indisimulada satisfacción asoma, por fin, al rostro del padre Pérez cuando llegamos al Centro de Formación Integral Providencia, un grandioso complejo que alberga a 4.000 alumnos cada curso académico y que él levantó de la nada en 1965.


En ésa su mayor empresa de desarrollo social y humano, erigida sobre terrenos cedidos por la azucarera gracias al sudor voluntario de cientos de trabajadores durante incontables fines de semana, cortadores de caña en su inmensa mayoría que querían un futuro mejor para sus hijos, se sigue impartiendo a día de hoy formación para la producción y se sigue realizando producción para la formación.


No en vano, la división de confecciones, que recorremos antes de almorzar con representantes de la entidad, trabajan a pleno rendimiento y las ventas anuales suponen el 60% de la financiación de todo el centro educativo.


Numerosos aularios, talleres de formación profesional, salón de actos, comedores, recintos polideportivos, piscina, campo de fútbol… se despliegan sobre 8 hectáreas de superficie, equivalentes a 10 terrenos de juego como el del Fútbol Club Barcelona, por lo que disfruta, al mismo tiempo, de abundantes espacios verdes y amplios viales.


Bajo la dirección de la doctora Dora Lucía Díaz Chacón, el Ministerio de Educación Nacional le otorgó en 2008 el premio al mejor Ceres (Centros Regionales de Educación Superior) de entre los 103 que existen en Colombia, un programa formativo implantado en las citadas instalaciones a través de la Universidad Autónoma de Occidente desde 2006.


Ya en 1982 el Gobierno de Colombia había condecorado al padre Pérez con la Medalla Cívica Camilo Torres, un galardón civil del máximo prestigio creado para reconocer y enaltecer al forjador de una obra educativa tan admirable.


De chapó, padre Pepe.


Y para descubrirse.



Más información en el álbum fotográfico “El Cerrito 2010” alojado en:

http://www.facebook.com/pages/Padrinos-Asturianos/164792324101?ref=ts

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