La música asturiana se volcó ayer con nuestra institución en el Concierto por la Infancia organizado por Padrinos Asturianos para conmemorar el 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Niño.
En un evento sin precedentes en la región y con el teatro Filarmónica hasta los topes, los coros Reconquista y Voces Blancas del Conservatorio Valle del Nalón abrieron una noche que dejó patente el lado humano más generoso de los asturianos, a los que luego se sumaron otras cien gargantas altruistas, las del Laureado Coro Santiaguín, uno de los mejores y con más solera de Asturias, y las del Bloque al Canto del Colegio de Aparejadores, que conjunta toda la juventud de un coro nacido en 2007 con la destreza de una prodigiosa sonoridad.
Por eso, y por esta marea de voces solidarias dirigidas con elegante maestría por Ángel Gallego y Óscar Allen, que anegó el patio de butacas y llegó hasta el anfiteatro, es de justicia ilustrar con sus fotos nuestro comentario de hoy.
Carlos Rodríguez, presentador de la parte más solemne del acto glosó, con su consumada desenvoltura para estos ceremoniales, la trayectoria de Padrinos Asturianos y la figura imponente del padre Pérez, quien minutos después compareció en el escenario y emocionó al público con un discurso amable en las formas y sensible en el fondo, que fue recibido por el respetable con la ovación más rotunda y prolongada de la noche.
Llegó, a continuación, la lectura de los diez Principios recogidos en la Declaración de los Derechos del Niño, que fueron leídos en el escenario por relevantes figuras de la vida institucional, económica, social, cultural y deportiva de la región, a quienes dieron la réplica otros tantos niños del colegio La Corredoria II, dirigidos por David Lopo, del grupo Teatro por Teatro de la Universidad de Oviedo.
Abrió el turno el viceconsejero de Bienestar Social, Ángel González Álvarez, al que siguieron Bresmy Vásquez, reina de América de las fiestas de San Mateo 2009, Manuel Busto, campeón del mundo de piragüismo, Álvaro Fernández-Vega Sanz, de la Fundación Fernández-Vega, la soprano internacional Beatriz Díaz, José García Gómez, director de Zona Oviedo Centro de Cajastur, la cronista oficial de la ciudad Carmen Ruiz-Tilve, Serafín Abilio Martínez, presidente de la Confederación Asturiana de la Construcción, el concejal de Gobierno de Cultura y Deportes del consistorio ovetense, José Suárez Arias-Cachero y la viceconsejera de Seguridad y Emigración del Gobierno de Principado, María Teresa Ordiz Asenjo.
En el transcurso del concierto se dio lectura a un escrito firmado por María Jesús Álvarez, presidenta de la Junta General del Principado de Asturias, que excusó su presencia por motivos inaplazables derivados de su responsabilidad, pero quiso sumarse al mismo por ser “ una oportunidad para colaborar con los fines de la organización y, sobre todo, para reflexionar acerca de la situación de los niños y del respeto a sus derechos, tristemente conculcados en muchos lugares del mundo y para renovar nuestro compromiso con la promoción de una sociedad en la que los niños puedan crecer y desarrollarse plenamente”.
Entre el público muchas caras conocidas, desde el obispo Raúl Berzosa al empresario de la construcción Juan García con su señora, el profesor y crítico musical Aurelio Martínez Seco acompañado por su mujer, la también profesora Nuria Blanco, el ex jefe de Extranjería de la Jefatura Superior de Policía José Ponce y su esposa, los padres y la abuela de Vanessa Suárez, brillante directora general creativa de la agencia de publicidad madrileño-asturiana Tropart y autora de la nueva marca de Padrinos Asturianos que tanto lució en el decorado realizado por Sebas Menéndez de la empresa Hélice, con Javier Fernández a la cabeza del montaje, María Jesús Rodríguez concejala de Asociaciones del Ayuntamiento de Oviedo, Silvia García-Braga de la oficina principal de Cajastur, la propietaria del restaurante La torre de San Cucao, Berta Arias, representantes de Alsa Grupo, Tartiere Auto y Centro Asturiano de Oviedo, así como numerosos padrinos y madrinas de la institución. También ocupó butaca en el teatro una nutrida representación de Colombia, la siempre elegante Sara Rincón, el pediatra Eduardo Ramos, Margarita Peña y su hija Juliana, Alejandro Vásquez de la Asociación de Colombianos en Asturias y la periodista bogotana Bibiana Pineda, que viajó desde Madrid.
Al éxito del espectáculo hay que sumar la estupenda sintonía de la parte técnica, impecablemente resuelta por Jandro Blanco, que logró con sobresaliente que el sonido de la solidaridad llegara con redondez a todos los rincones de la sala, junto al admirable desempeño del director de teatro, Antonio Delgado, y de los profesionales de las luces y de la maquinaria Fernando y Chano.
A mitad de la función cogieron el testigo en el atril los presentadores Carlos M. Jeannot, duchísimo, y Esther Fonseca, guapísima, para dar paso a las actuaciones que aún quedaban con profesionalidad impecable y desbordante simpatía.
El cantante Pablo Moro, que regresaba de Bogotá adonde fue invitado a participar en el Festival de la Canción Itinerante, aterrizó en las tablas del Filarmónica para abrir turno y dejarnos de regalo una hermosa Canción de cuna que se incluye en su último álbum Pequeños placeres domésticos. Su participación, a la postre, se convirtió en un placer grandísimo para los espectadores que pudieron escuchar en directo a uno de los más destacados intérpretes y compositores del panorama musical actual.
Por su sencillez y su creciente éxito, también queremos remarcar aquí nuestro agradecimiento al cantante ovetense -tal como hiciéramos durante los días previos con el resto de artistas que intervinieron en la gala y que pueden consultar en este blog- y rendirle tributo de admiración por la arrolladora carrera de este descubridor de un nuevo Jólivuz, “con tanta gente y con tantas luces” como confeti llovió ayer sobre el fundador de nuestra institución, algo de lo que da elocuente muestra la fotografía cedida gentilmente por Jesús Díaz, eficaz reportero gráfico del diario El Comercio.
No pudo subir al escenario, lástima, el mejor exponente del folk vaqueiro, ese pedazo de cantautor tinetense llamado Rafa Lorenzo, afectado por la afonía que le produjo una inoportuna amigdalitis, pero que sin embargo quiso dejar constancia de su bonhomía de pura raza, tan enorme como su talento musical, sentándose en el patio de butacas con su hijo y guitarrista Rafito para sumarse al evento desde donde, nos dicen, siguió el concierto con los ojos humedecidos. ¡Ánimo Rafa!
A última hora y para redondear la velada, también quiso acudir a la fiesta Miguel Ángel Caballero, de quien alguien escribió una vez que es “un rapsoda cuajado hasta los tuétanos y tributario, por abono y adeudo, de todos los poetas combatientes y de todos los versos que gritan lo perverso, lo adverso y lo introverso, un fuelle vigoroso que da voz a otras voces, que enuncia, exclama, ruge, subraya, deletrea, hace saltar la chispa, prende la llama, azuza el fuego o escarba en la ceniza del trance existencial, del vino amargo, de la esperanza rota…”. Y así fue, en realidad. Caballero fue invitado por La Caravana del Verso, que ya va para gran compañía, conducida por el aliento entusiasta de Joaquín de la Buelga.
Como colofón a una noche brillante sonó el Himno a la Infancia de Jesús Arévalo y Pablo Mori, producido en su día por Juan Taboada, muchas veces nombrado desde el atril y muy merecidamente, pero demasiado pocas aún si tenemos en cuenta la talla de un profesional impecable y la estatura humana de un hombre bueno, en el sentido más machadiano de la expresión, que merecerá capítulo aparte en este blog.
Y con el bravo tenor Mori, que cantó mejor que nunca el himno de su propia letra, llegaron los bravos del público hasta que cayó el telón y se puso fin a una noche que recordaremos largo tiempo.
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