domingo, 6 de junio de 2010

84 años de ejemplo vivo


Cuentan que alguien, qué importa quién, le ha llevado al padre José Pérez un libro titulado El legado de Mandela. Este contradictorio –tanto como el líder sudafricano– y viejo cura –que no forzosamente cura viejo– cumple hoy 84 años al pie del cañón.


La obra de referencia promete 15 enseñanzas sobre la vida, el amor y el valor, y basta una lectura a vuela pluma, de ojeo y hojeo en el mismo estante de la librería, para comprobar hasta qué punto, personalidades nacidas a miles de kilómetros, comulgan con parecidos preceptos y cabalgan, sin ser santos (como aclara Richard Stengel de su protagonista convertido en texto), ni falta que les hace, por similares caminos de sacrificio, perseverancia y rectitud.


Escribe Mandela en el prefacio “que somos humanos sólo a través de la humanidad de otros” y uno le ha oído al padre Pepe –o simplemente Pepe, como a él le gusta que le llamen– que por encima de credos y confesiones, de cristianos, mahometanos, judíos, budistas, agnósticos o ateos, debería imperar el ecumenismo universal humano.


A Nelson Mandela, para quien la educación es el arma más poderosa con la que es posible cambiar el mundo, acaban de nombrarle Doctor Honoris Causa por la Universidad Europea de Madrid y, en un video magnífico, realizado para el evento por nuestra compañera Vanessa Suárez y su equipo de publicitarios, se recalca esta idea del mismo modo que nuestro fundador ha venido subrayando desde hace medio siglo que la formación del ser humano, especialmente de los niños y jóvenes, es el único camino para convertirlos en agentes dinámicos de su propio desarrollo y el de sus comunidades.


Mandela, ya se sabe, es un hombre famoso y venerado en todo el mundo; Pepe, simplemente Pepe, no es conocido más allá del colombiano Valle del Cauca –adonde llegó hace ahora 50 años y levantó de la nada un colegio equivalente a 10 terrenos de juego como el del Fútbol Club Barcelona– pero sí tiene ese halo que la providencia sólo reserva para los hombres venerables.


Un puñado de voluntarios –mujeres y hombres– de Padrinos Asturianos queremos regalarle este año la Medalla del Principado de Asturias, con el permiso y el pláceme, claro, de las autoridades que la otorgan.


La herencia del padre Pérez es el enorme ejemplo, todavía palpitante, de una vida que sólo tiene sentido si se emplea en ayudar a los demás.


Y aunque quiera ser hormiga y seguir trabajando sin hacer el menor ruido, todos aplaudiríamos en lo que vale y porque ya va siendo hora ese reconocimiento a su legado.






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